martes, 23 de febrero de 2010

VIACRUCIS



En la noche del sábado 20 de febrero, primero de Cuaresma, se celebró el Viacrucis de las Hermandades locales, presidido en esta ocasión por la imagen del Santísimo Cristo de las Aguas, portado en andas por numerosos hermanos y devotos y la asistencia de Nuestro Hermano Mayor y diversos miembros de la Junta de Gobierno.
El acto comenzó a las nueve de la noche, dirigido por el párroco de Santa María de la Asunción, D. Juan Carlos de la Rosa. Acompañaban la talla seis acólitos con ciriales e incienso. Se contó con capilla musical que contribuyó a resaltar la solemnidad del Via Crucis.
Las lecturas de cada Estación del Via Crucis fueron realizadas por representantes de los diversos colectivos parroquiales: hermandades, catequistas, pastoral de la salud, grupo de confirmación, de postcomunión, Cáritas Parroquial... Las reflexiones corrieron a cargo del párroco de Guadalcanal.

QUINARIO DE NUESTRO PADRE JESUS





En la tarde de ayer dió comenzó el Quinario en honor a nuestros Titulares que quedaran expuestos hasta el día 27 (sábado) con la celebración de la Función,jura de Reglas y Besapies del Cristo;culminando así los actos como antesala a la Estación de Penitencia de la Madrugada.

martes, 16 de febrero de 2010

MENSAJE DEL SANTO PADRE

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2010
« La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo » (cf. Rm 3,21-22)

Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22).
Justicia: “dare cuique suum”
Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra “justicia”, que en el lenguaje común implica “dar a cada uno lo suyo” - “dare cuique suum”, según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste “lo suyo” que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si “la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios” (De Civitate Dei, XIX, 21).
¿De dónde viene la injusticia?
El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas” (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene “de fuera”, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar ―advierte Jesús― es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?
Justicia y Sedaqad
En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que “levanta del polvo al desvalido” (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en “escuchar el clamor” de su pueblo y “ha bajado para librarle de la mano de los egipcios” (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?
Cristo, justicia de Dios
El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: “Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).
¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo suyo”? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.
Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.
Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.
Vaticano, 30 de octubre de 2009
BENEDICTUS PP. XVI

CELEBRACIÖN QUINARIO


VIACRUCIS DE LAS HERMANDADES


El próximo día 20 de Febrero, primer sábado de Cuaresma, e inmediatamente finalizada la Función Solemne en honor de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, tendrá lugar el Vía Crucis de las Hermandades de Guadalcanal con el Cristo de las Aguas de la Hermandad de las Tres Horas.
El itinerario será el siguiente: Plaza de España, Herrería, López de Ayala, Andrés Mirón, Costaleros, Doctor Antonio Porras, Plaza Cristo de las Aguas, San Sebastián, Don Juan Campos, Plaza de España.
Hacemos un llamamiento a todos los Hermanos, cofrades, devotos, costaleros de todas las Hermandades y en general a todo el pueblo de Guadalcanal para que asistan.

Reunión con el Ayuntamiento

El pasado miércoles tuvo lugar en dependencias del ayuntamiento una reunión de la Comisión Municipal de la Semana Santa integrada por el Alcalde, D. Jesús Manuel Martínez,la Concejal de Cultura y 1.ª Teniente de Alcalde, D.ª María Jesús Jaramillo,la Monitora Cultural D.ª Laura Cabeza y representantes de las diferentes Hermandades de Penitencia locales.

  • Entre los acuerdos adoptados destacan los siguientes:
    - Se mantiene la subvención de 3000 euros para cada una de las siete Hermandades que procesionan en Semana Santa.
    - Se editarán tanto la revista de Semana Santa como el programa de mano, para lo cual se fija de plazo hasta finales de febrero a fin de enviar artículos de opinión u otro tipo de colaboraciones, así como la publicidad que los empresarios locales deseen contratar para figurar en sus páginas. El precio de la revista será de un euro.
    - Se pone a disposición de las Hermandades la Casa de la Cultura, tanto para el uso de los costaleros en sus cambios de indumentaria como para el posterior refresco a los mismos.
    - Por recortes en el presupuesto este año, en principio, no se transmitirá la Semana Santa en directo por internet, a expensas de la subvención que se pueda obtener de la Diputación Provincial.
    - Al no celebrarse la feria de muestras en el mes de marzo, se ofrece a las Hermandades otra alternativa encaminada de obtener fondos para sus proyectos, una propuesta que queda pendiente para la próxima reunión.
    - Se ofrece a las Hermandades la taquilla de las obras de teatro -u otro tipo de espectáculos en los que se pueda cobrar entrada- provenientes de Diputación.
    - Se mantendrá la publicidad de la Semana Santa de Guadalcanal en la radio.