jueves, 28 de mayo de 2009

Madrugá a medias (Por José A. Zújar Cháves)


Puntual a su cita anual, llega la nostalgia del costal y todo lo que la rodea. Suele llamar a las puertas del alma, pasado un tiempo desde la Semana Santa pasada. En una mañana primaveral y pregonando, que el verano se dispone a visitarnos de nuevo, echo la vista a tras para preguntarme ¿por qué?... Por qué añadiste más Amargura al amanecer. El rito de cada año se volvía a llevar a cabo.

Salí desde mi casa. Lo primero que hice fue levantar la mirada hacía el cielo y observar que unas delgadas nubes blanquecinas acompañaban a la solitaria luna de Nisan. Nada hacía pensar que el despertar de la mañana del Viernes Santo se iba a truncar.

Caminando, entre las solitarias y oscuras calles, por fin me encontré de nuevo contigo. El mismo gesto contrariado de todos los años me recibió. La pena; la soledad; el dolor; la belleza de mujer, se unen por unas horas para dibujar los perfiles de la Virgen de la Amargura. Verdaderamente cobras vida cuando las campanas tristes de la plaza marcan el inicio de la vía dolorosa. Sin tiempo a pensar, te encuentras debajo. Al tercer golpe del martillo, vas ascendiendo al cielo sin que te des cuenta. La tenue luz de la candelería ilumina tu altar andante. El gentío aguarda con impaciencia ver el perfecto y eterno diálogo que mantenéis tú, mi Amargura, y el discípulo amado.

No se escucha ni el rumor del viento sólo una sinfonía de sonidos que acompaña estos bellos momentos; el leve tintineo de los hermosos rosarios de plata con el varal del palio; el arrastre delicado del esparto de los costaleros amarguros y el poema sinfónico hecho música, Amarguras, te dan la bienvenida a la recoleta plaza de tú pueblo.

Pasa el tiempo muy apresurado y como el Viernes Santo pasado los costaleros amarguros estaba dando una lección de cómo anda un paso-palio fino y elegante. Emotiva fue la lenta revirá de la Amargura con las notas de La Madrugá. Brillante el deambular por la estrechez de la calle Santiago. Son tantos y tantos instantes que es difícil quedarse con uno.

Parecía que el guión de la Madrugá guadalcanalense iba por el mismo camino que el del año anterior. Pero el destino o Dios saben que, no nos dejó tocar cielo mañanero que se dibuja entre los viejos tejados de la calle Granillos. Esta chispeando, esta chispeando y el cielo tiene muy mala pinta (…) Estos eran los comentarios que se podían escuchar a la gente. Ya había despertado el día y a altura de la esquina de la calle Andrés Mirón con Juan Carlos I, la fina lluvia estaba haciendo acto de presencia. Es tremendamente complicado describir ese momento en unas cuanta líneas. Afortunadamente los responsables de la Hermandad decidieron regresar al Templo por el camino más corto. Creo recordar que Padre Jesús, se encontraba en la calle López de Ayala. El paso de Palio de la Amargura tomó un camino poco habitual, regresando a Santa María por la calle de los “pisos”. Estampa extraordinaria, al igual que la que pudimos vivir en aquel memorable catorce de agosto del año dos mil cuatro, pero aquella jornada nada tenía que ver con los momentos tristes del regreso forzado.

Sin perder la compostura llegamos a la Iglesia, tristes, cansados abatidos… y con un sabor agridulce. Sólo me quedaba el consuelo de que un año más tuve el privilegio de ser uno de tus costaleros.

Gracias por ser y por estar….

José A. Zújar Chaves
Mayo de 2009.

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